Se lo pusimos difícil al que nos cogió el teléfono; 6 personas, 3 carritos de bebé, una trona. Aun así, nos dio un buen acomodo (cristalera con vistas a la Sierra de Madrid) y pudimos sentarnos todos.
La comida... carnaza. Tú quieres carnaza... y lo sabes. Comimos unos entrantes que no estaban mal (mollejas buenas, trigueros, croquetas), pero es en los segundos donde se busca en el cliente los instintos depredadores. Chuletones de ternera de Ávila ,de buey (menos mal que no lo pedí, no hubiera podido), churrascos, cochinillos. Todos sabrosos a tope, y con el punto que pedimos.
De postre, el bizcocho especialidad de la casa con natillas, también muy recomendable.
La cuenta, 37€ por persona, sin vino, pero comiendo para un par de días.
Lo malo, que nos dieron la reserva demasiado pronto (qué se le va a hacer), mucho ruido en el comedor (grande y lleno), y un humillo - tufo a churrascao que se fue extendiendo por el comedor y por las fibras de nuestras ropas.