La expectativas eran muy altas. Y no sólo no defraudó, sino que además pudo sorprendernos.
La ambientación es simple y elegante. El servicio es sobresaliente en todo sentido. No sólo es importante lo que sucede y lo que se ve, sino también lo que no se ve. Y lo que no se ve es distinción en el trato con el cliente. Primera y grata sorpresa. Todos los clientes son VIP, sin importar que en la mesa de al lado se encuentre, de casualidad, un famoso multimillonario.
Finalmente, la cocina. Chef Patron Clare Smyth sale de la sombra del reconocido (y muchas veces polémico) Gordon Ramsay, y brilla con luz propia, con un menú ecléctico e intenso, pero a la vez absolutamente coherente, con transiciones impecablemente programadas. Esta fue la segunda grata sorpresa. Como un perfume, el menú dejo una fuerte primera impresión, continuó con una transición de nota distintiva, un poco más sutil pero también más delicada, y concluye definiendo una experiencia total, con una sensación durará hasta mucho después que uno vuelva al mundo real, al salir por la puerta.
Finalmente, la tercer gran sorpresa. Inexplicablemente (quizá porque existió una imperceptible demora en el plato principal) nos preguntaron si queríamos conocer la cocina. Todo amante de la gastronomía suena con conocer una cocina de tres estrellas, y por supuesto que no la dejaríamos pasar. Lo que vimos y lo que sentimos en ese momento no lo compartiré, esperando que ustedes tengan la misma suerte.