Estuvimos en el Hotel Julian en el mes de Agosto. Íbamos dos adultos y una niña de 3 años, y elegimos la habitación triple para poder estar más cómodos pues nuestra estancia era de 8 días.
El hotel está muy bien situado. No está justo en el centro histórico de Praga, pero en 10 - 15 minutos andando llegas a las zonas a visitar (Malastrana, Barrio Viejo, Barrio Nuevo...).
Hay varias líneas de tranvia justo detrás del hotel, pero sólo lo utilizamos en un par de ocasiones para hacer desplazamientos más largos. Normalmente íbamos andando a todas partes con la niña.
El hotel es pequeño y acogedor. El personal es amable y se esfuerza por ayudarte en todo lo que les pides. Un ejemplo: una noche llegamos tarde y nuestra hija quería su vaso de leche antes de dormir, pero no nos quedaba leche en la neverita de la habitación. Preguntamos al llegar si nos podían servir uno para la niña y no sólo nos regalaron ese vaso de leche si no que nos dieron otro por si al depsertarse se lo quería tomar en la habitación.
La habitación era perfecta. Amplia, con dos camas unidas como una de matrimonio (gigante) y una cama adicional muy cómoda (no un plegatín) para la niña. Era espaciosa y con grandes ventanas que se podían abrir para ventilar. También había una mesa de trabajo con una silla y un espejo, un mueble con 5 cajones grandes, un sillón orejero y una mesita de centro, minibar, agua mineral gratis a diario, té e infusiones y galletas.
El baño también era muy grande. Dos lavamanos, secador de pelo, chamú y gel que reponían a diario, y una bañera grande con suficiente presión en la ducha (no soporto ducharme en duchas de las que casi no sale agua).
En el pasillo de acceso a la habitación, un armario ropero de tres puertas con una zona con estanterías y el resto con perchas, y una plancha y tabla de planchar de cortesía.
Las habitaciones estaban bien insonorizadas pero, como en la mayoría de los hoteles, si no madrugas las cortinas opacas no son suficiente para no dejar pasar la luz.
Respecto a la limpieza, nada a destacar excepto que fue correcta todos los días.
El hotel dispone de restaurante en el sótano y de un bar en la terraza superior. El restaurante tiene poca variedad de platos, es caro y no muy bonito al no tener ni una ventana al exterior. La terraza es preciosa para tomar una copa a última hora con vistas a la ciudad iluminada.
La única pega es el desayuno. No está mal si vas un par de días, pero en nuestro caso resultó muy repetitivo, pues todos los días ponen exactamente lo mismo y en 8 días te cansas.
Para los fumadores, hay habitaciones en las que se puede fumar, en la sala de lectura también está permitido y puedes desayunar allí si lo prefieres.
En resumen, recomiendo este hotel y repetiré si vuelvo a Praga.