Arquitectónicamente es muy atractivo, las tiendas y los lugares para comer son pequeños y muy cuidados. Mereció la pena haber encontrado por casualidad este espacio, rodeado de grafitis. En 15 minutos ves lo que hay, a no ser que seas curioso y te fijes en los detalles y, más aún, si te quedas a comer, como fue nuestro caso (en el café y restaurante japonés Namban)