El domingo fui a almorzar a Lagarde con otros dos amigos y coincidimos en que fue nuestra mejor experiencia, después de haber ido a otras seis bodegas de también altísimo nivel y comido entre tres y cinco pasos en todas ellas. Los siete pasos de Lagarde son cada uno un placer en el paladar, muy bien acompañados de sus vinos. En este punto recomiendo pedir antes de empezar un upgrade del menú, para poder degustar alta gama (una pena no haberlo sabido antes en nuestro caso). En todo momento la atención fue superlativa. Y vale la pena incluso sólo ir para ver la ambientación, cuidada en los detalles más mínimos. Gracias Lagarde, y sobre todo a su sommelier Andrea, por la visita guiada: una experiencia totalmente personalizada. Digna de recomendación y de una promesa de pronto reencuentro.