Muchas veces hemos estado en Panimávida y tantas otras hemos visitado Rari, famoso por las artesanas del Crin de Caballo. Sin embargo, en más de 30 años jamás habíamos tenido la oportunidad de atardecer, dormir y amanecer en Rari.
Lo que hasta ahora ningún chileno había logrado, lo ha hecho Klaus, un Alemán que llegó hace 12 años a quedarse en la zona y desarrolló este especie de ecoturismo.
Acá no hay televisión, ni wifi, lo que por cierto se agradece. Sólo silencio, un paisaje conmovedor, un SPA divino y la sensación de estar desconectado del mundo por lo que dure la estadía.
La llegada es sencilla, hoy está incluso asfaltado hasta la entrada. De ahí un camino de ripio angosto peor bien hecho y al fondo un estacionamiento donde desde la llegada anuncia el respeto por el silencio.
Todo es artesanal, todo está diseñado en perfecta armonía con el medio ambiente.
Las cabañas son de adobe, altas pero bien climatizadas.
No hay servicio de comida, pero está lo preciso para llevar cosas y autoabastecerse.
Un vino y un maridaje frente a una vista del campo y la cordillera es impagable.
Los masajes con piedras calientes son imperdibles y si se acompañan del sauna, funciona perfecto.
En resumen es una experiencia que tiene un solo problema, dan ganas de quedarse más tiempo y no volver a la realidad bulliciosa.
En pareja como yo lo hice o incluso solo creo que es uno de los imperdibles de esta zona.
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