Excelencia en la atención, que resulta profesional y cordial. Todo el personal parece tener como objetivo que tu estancia sea lo más grata posible. Nos pusieron en contacto con un chófer para que nos trasladase del aeropuerto al hotel cómodamente y con un guía para conocer el encantador pueblo de St. Emilion y una de sus bodegas.
El restaurante del hotel, La Table de Montaigne ofrece una experiencia gastronómica de sabores, texturas y estética. Además, en vez de un comedor inmenso, cuenta con dos salas encantadoras.
Muy recomendable