Restaurante situado a la entrada de San Gimignano, por el ascensor del P3, escondido en un callejón.
El interior es muy bonito, bien decorado y tiene un jardín muy romántico. El servicio fue espectacular, explicando todos los platos y siendo el trato muy cortés.
Como aperitivo pusieron un lingote de carne estofada al café sobre crema de queso, buenísimo.
De entrante pedí huevo especiado con emulsión de queso de Pienza y trufa, espectacular. Mi mujer diferentes tomates con anchoa del Cantábrico y base de burrata, también de 20.
De segundos ravioli con tomate y pescado, muy buenos, y una pasta propia que hacen ellos, rellena de cebolla caramelizada y con crujiente de cebolla por fuera, un espectáculo de sabores. Todo con agua, una copa de brunello, café y spaguettis para nuestro hijo por 90 euros.
Es caro pero un sitio así siempre hay que pagarlo.