Estuvimos en este hotel rural en Zelanda con nuestros dos niños (un niño y un bebé) y la verdad que fue una muy buena experiencia. Los gestores del hotel rural son una pareja siempre atenta al cliente que te hacen sentir como en casa y te dan muy buenos consejos. El lugar es idílico para los niños: animales de granja, camas elásticas para saltar y naturaleza en el estado puro por todas partes para correr y jugar. El desayuno es muy completo y tiene bastantes opciones frías. No sirven el típico desayuno inglés con huevos, pero tienes muchas opciones de quesos, jamón, huevo duro, mermeladas, chocolates. El hotel tiene un restaurante muy bueno también, dónde cenamos la primera noche, con productos locales y autóctonos. El lugar se encuentra muy cerca en coche de los pueblos de interés turístico de Zelanda (como Domburg o Veera). Una escapada para respirar aire puro y disfrutar de la naturaleza! La única pega es que nos tocó una habitación calurosa y con un baño un poco cerrado sin ventanas que no ventilaba muy bien (justo encima del restaurante). Pero estoy convencida que el resto de habitaciones no tenían este problema.