Es cierto que llegamos sin avisar y que todavía no había comenzado la temporada alta y que la propietaria no estaba y que la cabaña olía a humedad, pero disfrutamos de este pequeño establecimiento, situado en un precioso enclave junto al Parque Nacional Chiloé, como niños que juegan en medio de un bosquete de arrayanes. Vale la pena vivir la experiencia de este rincón silvestre de esta maravillosa isla, y un buen sitio para vivirla son estas cabañas. Pagamos unos 40 euros por una cómoda cama doble con desayuno continental en una cabaña limpia (aunque con olor a humedad).
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